martes, 4 de octubre de 2016

+ MARICONEO +

Tal día como hoy, hace cuarenta años, debería haber nacido. Mi madre contaba conmigo para hoy pero yo, allá dentro, decidí retrasarme veinte días más, pero tenía un motivo. Estaba sentado en su útero, tan a gusto, sin intención de darme la vuelta y posicionarme como es de rigor para nacer naturalmente lo cual ha dejado una marca de por vida en el vientre de mi madre: una cesárea veinte días más tarde.

La causa no es otra que ser un mariquita pata negra: jamás conocí mujer alguna. Nunca me he sentido atraído por nadie del sexo contrario y jamás tuve genitalidad con ninguna mujer, fui a rajatabla hasta para nacer pese a los daños colaterales que generé. He conocido la vulva en los libros y las pelis.

Desde la autoridad que me da este hecho fehaciente de ser homosexual biológicamente puro, me creo en el derecho de hablar del colectivo al que, quiera o no, pertenezco. Me siento orgulloso de ello, de hecho, si tuviese la oportunidad de volver a estar allá donde sentado estaba tan cómodo, volvería a tomar la misma determinación dado que soy muy feliz como soy y me siento realizado como ser humano que, al fin y al cabo, es lo que importa.

Sin embargo, con conocimiento de causa, no puedo más que ser crítico con mis congéneres, pura raza o advenedizos. La gran aldea global gay se está convirtiendo en una fauna con la cual no empatizo y hasta rechazo, no por el hecho de una sexualidad homogénea, sino por los tics y faltas propios de un colectivo que, incluso hoy en día, no está equiparado ni en derechos ni en respeto en comparación a la población que se casa, ennovia o practica su sexualidad con el género opuesto.

La cuestión, de todas maneras, no va de con quien o con quien no nos metemos en la cama. Facebook, Instagram y otras redes sociales ponen de manifiesto que gran parte de chicos a los que les gustan los mismos chicos que a mi han caído en un estado de idiotismo y frivolidad permanente que abarrota internet haciendo exhibición de un profundo vacío existencial. Se han sobrepasado los niveles de narcisismo que la lógica permite y gran parte de ellos de han convertido en un sucedáneo de gigoló de pueblo que, como gay pata negra, me hacen sentir pudor. Es un absurdo. Me asusta ver como se reproduce el cliché de chico gay de profesión liberal
1.-disfrazado bien de señora burguesa venida a menos
2.-puto de barrio
3.-tóxica
de manera exponencial. Esa no es la realidad. Esa no es mi realidad. Incluso teniendo las residencias y familia más atípicas del mundo, la vida, en mi caso, es de otra manera.

Que cualquier persona sea incapaz de escribir con la ortografía correcta me enfada, pero como marica y leyéndolo a otro marica, me irrita. Porque sí, porque formamos parte del mismo grupo social, porque de alguna manera debería también identificarme a mi, porque si solo existiésemos dos maricas en la Tierra estaríamos condenados a entendernos. Y se da por hecho que deberíamos acostarnos y follar... y no me apetece hacerlo con la gran aldea global gay en masa. No todos los gays visten bien, son divertidos, buenas personas y tienen una creatividad desmesurada. Con ello no quiero decir que yo sea el paradigma de estas cuatro virtudes, simplemente (y rechazando cualquier tipo de fobia) expongo mi tristeza al comprobar que muchos de aquellos que deberían ser mis "compañeros" no son más que carcasas vacías de contenido en exhibición banal constante.

Es una cuestión de identidad: no quiero malos diseñadores (porque soy diseñador), ni españoles analfabetos (porque soy español)... de la misma manera no quiero maricas baratas (porque soy maricón) y aquello que representa a mi grupo, en mayor o menor medida, me define.


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