martes, 4 de octubre de 2016

+ MARICONEO +

Tal día como hoy, hace cuarenta años, debería haber nacido. Mi madre contaba conmigo para hoy pero yo, allá dentro, decidí retrasarme veinte días más, pero tenía un motivo. Estaba sentado en su útero, tan a gusto, sin intención de darme la vuelta y posicionarme como es de rigor para nacer naturalmente lo cual ha dejado una marca de por vida en el vientre de mi madre: una cesárea veinte días más tarde.

La causa no es otra que ser un mariquita pata negra: jamás conocí mujer alguna. Nunca me he sentido atraído por nadie del sexo contrario y jamás tuve genitalidad con ninguna mujer, fui a rajatabla hasta para nacer pese a los daños colaterales que generé. He conocido la vulva en los libros y las pelis.

Desde la autoridad que me da este hecho fehaciente de ser homosexual biológicamente puro, me creo en el derecho de hablar del colectivo al que, quiera o no, pertenezco. Me siento orgulloso de ello, de hecho, si tuviese la oportunidad de volver a estar allá donde sentado estaba tan cómodo, volvería a tomar la misma determinación dado que soy muy feliz como soy y me siento realizado como ser humano que, al fin y al cabo, es lo que importa.

Sin embargo, con conocimiento de causa, no puedo más que ser crítico con mis congéneres, pura raza o advenedizos. La gran aldea global gay se está convirtiendo en una fauna con la cual no empatizo y hasta rechazo, no por el hecho de una sexualidad homogénea, sino por los tics y faltas propios de un colectivo que, incluso hoy en día, no está equiparado ni en derechos ni en respeto en comparación a la población que se casa, ennovia o practica su sexualidad con el género opuesto.

La cuestión, de todas maneras, no va de con quien o con quien no nos metemos en la cama. Facebook, Instagram y otras redes sociales ponen de manifiesto que gran parte de chicos a los que les gustan los mismos chicos que a mi han caído en un estado de idiotismo y frivolidad permanente que abarrota internet haciendo exhibición de un profundo vacío existencial. Se han sobrepasado los niveles de narcisismo que la lógica permite y gran parte de ellos de han convertido en un sucedáneo de gigoló de pueblo que, como gay pata negra, me hacen sentir pudor. Es un absurdo. Me asusta ver como se reproduce el cliché de chico gay de profesión liberal
1.-disfrazado bien de señora burguesa venida a menos
2.-puto de barrio
3.-tóxica
de manera exponencial. Esa no es la realidad. Esa no es mi realidad. Incluso teniendo las residencias y familia más atípicas del mundo, la vida, en mi caso, es de otra manera.

Que cualquier persona sea incapaz de escribir con la ortografía correcta me enfada, pero como marica y leyéndolo a otro marica, me irrita. Porque sí, porque formamos parte del mismo grupo social, porque de alguna manera debería también identificarme a mi, porque si solo existiésemos dos maricas en la Tierra estaríamos condenados a entendernos. Y se da por hecho que deberíamos acostarnos y follar... y no me apetece hacerlo con la gran aldea global gay en masa. No todos los gays visten bien, son divertidos, buenas personas y tienen una creatividad desmesurada. Con ello no quiero decir que yo sea el paradigma de estas cuatro virtudes, simplemente (y rechazando cualquier tipo de fobia) expongo mi tristeza al comprobar que muchos de aquellos que deberían ser mis "compañeros" no son más que carcasas vacías de contenido en exhibición banal constante.

Es una cuestión de identidad: no quiero malos diseñadores (porque soy diseñador), ni españoles analfabetos (porque soy español)... de la misma manera no quiero maricas baratas (porque soy maricón) y aquello que representa a mi grupo, en mayor o menor medida, me define.


jueves, 22 de septiembre de 2016

+ SENILISMOS +

Adoro a los ancianos. Me fascinan. Hace tiempo, una tarde, caminaba hacia donde había dejado aparcado mi coche. Eran aproximadamente las 7 de la tarde y estaba anocheciendo. Subía la cuesta que lleva al descampado donde habitualmente lo dejo y, de repente, oí un pasodoble. Ante la extrañeza me paré y, al girar la cabeza, me di cuenta que estaba al lado de un centro de ancianos. Tenía unos grandes ventanales y tras ellos se veía como varias parejas estaban bailando mientras otros muchos, sentados, los miraban y aplaudían animando a los bailarines. Por un momento me invadió una mezcla de vergüenza y lástima hacia ellos, acompañada de un crítica a lo que percibí, de primeras, como una situación llena de patetismo. Pensé que esas personas no tenían edad para hacer el ridículo de esa manera y que mejor estarían en sus casas viendo la televisión antes que poniéndose en evidencia con toda su torpeza, realizando una actividad que no era propia de su edad.

Sin embargo, esa actitud injusta de mi parte hacia ellos duró unas décimas de segundo. Comprendí que simplemente estaban disfrutando libremente de su tiempo, con la música que les gustaba, reunidos, y que tenían todo el derecho del mundo a hacer (o no) el payaso. Quién era yo para juzgar sus tardes y sus bailes... simplemente uno más que pasaba por allí accidentalmente. Me dio rabia no estar invitado a esa fiesta.

Adoro cuando se visten con las cosas que les gustan sin pensar si lo de arriba combina con lo de abajo, su falta de vergüenza para utilizar accesorios útiles (como gorras o bolsos promocionales) así como su franqueza a la hora de decir lo que piensan. Eso es lo que más me gusta: la verdad a bocajarro, sin filtro, sin miedo a nada, sin nada que perder. Es como lo de vestirse a impulsos: ponerte lo que te apetece independientemente si gusta o no, gustándose a uno mismo. Ello no justifica entonces, en mi opinión, que cada uno lleve las pintas que le apetezca: la indumentaria de los viejos responde a un acto de sinceridad con uno mismo, sin ocultar las predilecciones políticamente incorrectas. Es un auténtico morbo-asco: lo que me gusta a mi y los demás podrían odiar, lo que jamás me atrevería a confesar que me gusta, flores con rombos con rayas, porque a mi, de verdad, me gusta.

Pues envidio, y tomo ejemplo, de esa sinceridad cortante del que está de vuelta. Los abuelos son la prueba fehaciente que callarse no lleva a ninguna parte. Estoy cansado de callar u omitir lo que no se debe decir, y eso que cada día tengo la lengua más suelta. Señalar lo que nos parece mal no debería ser un acto reprimido por miedo a la represalia... Cuando era más joven, por cobarde, me mordía la lengua más; ahora, el tiempo me ha demostrado que no quejarse no lleva a ninguna parte y que morderse la lengua sólo provoca tragarse el propio veneno cuando éste está mucho mejor fuera, salpicando la cara de quienes lo alimentan.

Pues bien, al estilo senil y a ritmo de pasodoble, confieso que me tiene hasta el choto el postureo, los que se refieren a famosos por sus nombres de pila, los que llevan prendas de Aliexpress más falsas que un duro de madera como si fueran auténticas (y para colmo usan el hashtag de la marca original), las modernas, los ninis, las artistas, los hyppies, las redes sociales, la pasarela Cibeles, Telecinco y toda su panda de personajes suburbiales, la zona alta, las musculocas, las osas, los papás de niños gritones, los postadolescentes que emigran a Londres o Berlín como si eso fuese novedad, Mercadona y, todo aquello que está haciendo de nuestra sociedad, como decía la Trasobares, una porquería. Zara copia, David Bowie me aburría a tope, Almodóvar podía volverse a su pueblo a encontrarse, Ada Colau me parece feísima, Podemos es una gran quimera, no creo en un Cataluña independiente, Iñaki Gabilondo es muy redicho, en el aeropuerto pasan mujeres emburkadas sin enseñar la cara en el control de pasaportes, Madonna canta como un gato, el reguetón es una mierda y en Ibiza mucha gente se pone hasta arriba de coca y keta.

Y me gusta Japón, los viejos, y las torrijas. Y ponerme rayas con cuadros. 

Creo que me estoy haciendo viejo... que no hater.

jueves, 15 de septiembre de 2016

+ A LA JAPONESA +

Parte de las vacaciones de este verano las he pasado en Tokio. Cuando estábamos pensando a dónde ir, Tokio no era una de mis opciones preferidas, de hecho antes hubiese ido a Miami o Los Ángeles, pero ahora, después de todo, me alegro muchísimo de haber pasado el final del mes de agosto allí, a pesar del calor y la humedad extrema. Me apetecía playa y no hacer nada, y sin embargo han sido unas vacaciones urbanitas, combinando museos y compras impulsivas. No me arrepiento.

Una tarde estábamos tomado un café en un lugar maravilloso en el barrio de Shibuya. Dicho lugar se llama Ivy Place. Allí se puede comer o cenar, pero también tomar un café, té o algo dulce. Es un sitio fino, como casi todo allí. Pasamos un buen rato bajo el aire acondicionado, escondiéndonos del sol, mientras merendábamos tranquilamente y planeábamos a dónde íbamos a ir más tarde. Yo tenía un dolor de espalda impresionante ya que llevaba todo el día cargando una mochila llena de cosas, entre ellas dos botellas de agua que poco a poco me había ido bebiendo (de no haberlo hecho, probablemente, me hubiese desmayado en plena calle, deshidratado).

Entre el agua mineral y todo lo que bebí en este sitio del que hablo, sentí unas inmensas ganas de orinar. Increíble a juzgar por mi sofoco. Tanta agua bebí que mi organismo había conseguido hidratarse y me pedía evacuar el sobrante de líquido. Mi vejiga, de repente, avisó de estar al límite.
Entonces, me levanté de la silla, muy educadamente pregunté en inglés dónde estaba el aseo y, derecho, para allá fuí como alma que lleva el demonio pero procurando no hacer manifiesta mi urgencia.

Llegué, abrí la puerta, me encerré, levanté la ligera tapa de plástico que tienen los inodoros japoneses, me desabroché el pantalón e, in extremis, comencé a orinar mientras con los ojos cerrados echaba mi cabeza para atrás exhalando orgásmicamente mientras evacuaba todo aquel líquido que mi cuerpo no necesitaba. Alcancé el clímax en aquel cuarto de aseo color caoba.

Sin embargo no me percaté de aquello que nos sucede a los no circuncidados. En tal urgencia, aquella piel que yo tengo y otros no había causado un efecto aspersor que regó más allá del sumidero. Entre prisas y urgencia, el líquido pidió salir a propulsión antes que cualquier ser humano fuese capaz de retirar el excedente dérmico que provocó aquello que nos encontramos en cualquier baño de nuestro país. Lo que hubiese sido normal aquí para muchos (subirse la bragueta y marcharse), allí se hubiese convertido en cadena perpetua. Me di cuenta que no había meado sobre meado. Comprendí que tal estado de perfección y limpieza no merecía ser mancillado por las nauseabundas gotas de orina de un occidental, y que yo no era nadie para destrozar aquel estado de bienestar higiénico. Cualquier persona hubiese reaccionado igual que yo: con ayuda de unas toallitas desechables devolví al inodoro su estado original en muestra de respeto a aquella comunidad que me había ofrecido un retrete más limpio que el de mi propia casa. Me atusé, me lavé las manos y volví a mi asiento.

Japón me demostrado que aún hay un lugar donde el respeto existe. Sin hablar una palabra de japonés entendí lo que ya sabía y practico a pesar de, en ocasiones, mancharme las manos con residuos ajenos. No es normal entrar en avalancha en un vagón de tren (allí se hace una fila), como tampoco es normal pasar el arco detector de metales del aeropuerto descalzo (en Japón le proporcionan unas zapatillas de felpa al viajero). No son normales las caras de muchos trabajadores que están cara al público aquí, haciendo evidente su desgana así como tampoco debería parecernos lógico fumar y tirar la colilla en plena calle. Todo es cuestión de educación y, por ello, cultura. Si nadie se mea fuera, cualquiera puede sentarse tranquilamente en la taza, así de claro, y si no has descapullado y lo has puesto perdido, ponte de rodillas y limpia tu meo, que el que viene detrás no tiene porque mancharse el culo con tus gotas.

martes, 16 de agosto de 2016

+ UNA HISTORIA DE UNA HISTORIA +

De nuevo, lo que dije que jamás volvería a hacer, lo hice.

Juré no ver "Julieta", y esta noche la he alquilado en Itunes por 3,99 €. Quizás albergaba en lo más profundo de mi ser la esperanza de reconquistar mi amor por Almodóvar, ese ser que en la adolescencia me fomentó la fantasía e hizo que mi ilusionara por tantas cosas. Sin embargo, el cisma entre uno de mis antiguos ídolos y quien escribe es cada vez más irreversible.

Si tuviese que elegir entre la Julieta de Almodóvar ( Emma Suárez ) y esa gran diva que es Juliette Binoche, interpretando a Julie en "Azul" de Kieslovski, no lo dudaría en un solo momento. Como es habitual, este gran artista del col.lage se apropia de caracteres ajenos para aplicarlos a un universo personal y, en un arrebato narcisista, llegar a creerse el demiurgo creador de dichas realidades, como quien cree convertir las cosas en verdad a base de decirlas mucho. Binoche sí es una madre viuda destrozada, es una mujer verosímil que se autolesiona los nudillos en una pared rugosa como quien se retira el pelo de a cara. Ella sí conmueve, convence y emociona. Sí creo que Julie alquilara un piso para ermitar en medio de la nada. Ella sí estaba vacía.

Por el contrario, Julieta parece una caricatura redicha, con diálogos que cuesta pronunciar y citas populistas que no vienen al caso. Y como en tantas de Almodóvar, al final, chan-chin-pum y fin, todo resuelto. Y a por la siguiente película.

Y a vivir de la renta. Tantos años habiendo sido un proscrito, enemistado con toda la academia del cine español, con reconocimientos en todas partes menos aquí, y ahora, en lo peor de su carrera, es cuando el territorio patrio lo adopta como insignia del arte y la cultura española. Ésto es muy nosotros, esperar a que nos digan que tenemos algo bueno allá lejos y patentarlo para luego dejar que el producto se acomode y empieze a generar sucedáneos. Es como fichar a Beckham y que no marque un gol en 5 años... pero a la española con españoles, sin extranjerismos, de nosotros para nosotros mismos. Españoleando...

Contemos cuantas buenas películas ha hecho Amenábar desde "Tesis". Es que no sabemos jugar con presupuesto... En cuanto nos creemos algo dejamos de hacer funcionar la cabeza y empezamos a suplir las carencia con inversiones. Pienso que gran parte del éxito de una propuesta creativa, artística o no, suele pasar por una escasez de medios que obligue al cerebro a buscar el recurso que sea más eficaz a la hora de conseguir un propósito o transmitir un mensaje. El dinero no es bueno, hace que te alejes de la realidad y te subas en ese púlpito ficticio en el que está Almodóvar contado historias inverosímiles y pesadas, con señoras que sufren mucho, con tramas que parecen enrevesadas y sin embargo son facilonas, como ya sucedió en "Los abrazos rotos", a las que le sobraban 60 minutos de los 90 del film.

Estoy triste y enfadado, porque me siento decepcionado. Yo he sido feliz con él en mi mente en miles de ocasiones... Ahora, sin embargo, entiendo y me doy cuenta que me enseñaba una realidad calcada de otras realidades, como el póster de L. Freud que sale en la película... en ella, parece que es el original de uno de los autorretartos del artista, y sin embargo no es más que el cartel de una exposición. Así es Almodóvar, sólo un reflejo.





viernes, 12 de agosto de 2016

+ NATACIÓN SINCRONIZADA +

Hace ya días que Antonio Banderas declaró en una entrevista una opinión con la que estoy de acuerdo. Explicaba la diferencia de mentalidad entre un estadounidense y un español. Decía que en Estados Unidos existe un espíritu emprendedor, que cuando a un adolescente se le pregunta sobre lo que le gustaría hacer con su futuro pensaba en un proyecto, una idea o en el desarrollo de una empresa o como queramos llamarlo, pero algo relacionado con la consecución de un objetivo personal y profesional vinculado al dinero y a la autorrealización personal. Sin embargo, argumentaba, el español piensa en un empleo fijo, en aprobar unas oposiciones y en asegurar el futuro con el mínimo riesgo posible. Esa es una de las diferencias fundamentales entre la sociedad norteamericana y la española; entonces, no es de extrañar la situación de nuestra sociedad, tanto la de los que se quedan aquí como la de los que deciden emigrar a otros lugares donde puedan desarrollar su talento o profesión.

De no haber riesgo o iniciativas no existiría ni un solo puesto de trabajo por cuenta ajena. No habría administración del estado o empleos públicos para la gran demanda de empleo, todos seríamos funcionarios de alguna manera y dependeríamos de la empresa pública. Creo que es sensato pensar que determinadas empresas deben pertenecer al bien común, desde las energéticas hasta la sanidad y, es más, todas aquellas que procuren un bien social común y necesario. Sin embargo, hay otras, desde todo el sector servicios hasta el lujo que lo normal es que pertenezcan a la iniciativa privada.

Ser empresario en España no es fácil, es más, es dificilísimo. Lo digo con el conocimiento de causa que me otorga serlo desde hace casi 20 años. Con 23 me lié la manta a la cabeza y, con ayudas varias (familiares, casi exclusivamente) emprendí mi ilusión. Trabas he encontrado millones, problemas he pasado miles y, de todos ellos, podía imaginarme algunos, pero no todos. A la vez, a parte de trabajar para mi propia empresa, también trabajo por cuenta ajena, por lo que mi visión en muchas ocasiones es panorámica. Suelo pensar, cuando trabajo para otros, que es lo que no debo hacer puesto que es lo que no me gustaría que hicieran mis trabajadores y observo como es de diferente el prisma desde un extremo y desde el otro. En esos casos procuro recurrir al sentido común.

Sin embargo, hay quien no ha tenido ninguna otra responsabilidad que el cumplir con su obligación en su cometido por cuenta ajena. Así, la visión es parcial y solemos responsabilizar de muchas de nuestras propias faltas a esa entelequia que es "la empresa". Por ejemplo, y no generalizo, todos conocemos a alguien que antepone sus intereses o necesidades personales en horario laboral (por ejemplo, ir al médico, hacer unas compras por internet... etc). Pensando que lo importante es la productividad y no el calentamiento de silla por horas, no somos conscientes que la buena marcha de un proyecto es la suma de esfuerzos de los engranajes que constituyen esa realidad intangible de la empresa. El conflicto se da cuando la buena marcha no repercute en cada pequeña porción... ese es el fallo.

En una gran multinacional entiendo que la personalidad se diluye en el número de carnet o contrato que nos casa con ese gran mastodonte. En una pequeña o mediana empresa no es así, o por lo menos en mi caso, no lo es. Pienso que es de ley que el máximo responsable sea el que todo lo cubre, con su patrimonio o con su esfuerzo. Cuando se acababa la jornada laboral de mis empleadas y no habían rendido lo suficiente, el que se quedaba montando mangas era yo. También he sido el que me he peleado con el banco para conseguir financiación así como he ido en las últimas de gasolina para poder pagar a mis empleadas. Eso hay que vivirlo, no basta con contarlo, porque no por mucho decirlo se llega a comprender bien. Se trata de una sensación de angustia vital que consume cuando las cosas no salen como tu quieres, cuando las personas en las que has depositado tu confianza y a las que pretendes contagiar tu entusiasmo van a ganar un jornal y punto. Es una situación muy desesperante. Es una presión incesante que te posiciona en un punto en el que se te piden responsabilidades por arriba y por abajo. Y ahí estas tu, haciendo que puedes.

Ello se dá hasta con unos simples becarios. Estamos generando un sistema en el que los derechos son cada vez más amplios, y así debe ser, pero por el contrario cada vez somos más laxos con la exigencia de responsabilidades. Un o una dependienta debe y es su obligación atender con una sonrisa, no basta con despachar, su deber es vender bien, no sólo doblar y cobrar, también ser agradable con el cliente y convertir su experiencia de compra en algo bueno. No creo en la excusa de un salario bajo para enmascarar una desgana. Se trata de hacer con dignidad y responsabilidad una tarea para la que has sido contratado/a o para la que te has comprometido, no está bien bajo mi punto de vista, realizar una becaría con desdén porque no sea una tarea remunerada económicamente.

Por otra parte, siempre tenemos la tendencia a encontrar a un malo al que cargarle los muertos. Ese, y yo lo he sido, es el que asumió el riesgo. Si la cosa no funciona, la responsabilidad es tuya. Nadie va a pedir cuentas a los que están en cargos inferiores, microirresponsabilidades quizás, pero que sumadas todas en su conjunto pueden suponer una ruina. Yo me he levantado de una ruina, y he aprendido muchas cosas que me han servido para construir un bicho más grande y próspero. También he aprendido a ser casi absolutamente autosuficiente. Lo que en Estados Unidos es un plus en España te convierte en un mindundi: allí, eres un creador, un artesano; aquí, un pringado que no (tiene) medios para trabajar lo menos posible y sin embargo poner la cara y admitir el mérito en singular.

Todo ésto no lo ven muchos que trabajan todo el año para pasarse quince días al año en Ibiza, por ejemplo, de colocón. Tampoco los que cosen etiquetas sin ganas que después se caen. Esos solo ven que tu, ya madurito, tienes lo que ellos querrían tener. Me recuerda a la clásica queja sobre las tarifas de los notarios... o de los abogados: una firma, una fortuna. Y sí, la oposición a notarias no es fácil, y conocer el código tampoco: no podemos pagar por horas, debemos cobrar por talento o conocimientos. Yo diseño una colección de camisetas en una tarde, en 4 horas, y no cobro lo mismo que un trabajador del servicio doméstico. Es una cuestión de oficio, talento y formación.

En resumen, que toda esta disertación viene al caso porque me fascina la cantidad de alumnos míos o satélites varios que marcan vinculaciones de lo más surrealistas con mi proyecto personal. Algunos de ellos han sido invitados a participar de algún desfile entre bambalinas para echar una mano, como un regalo al que sólo tienen acceso algunos de ellos, y no porque yo me haga el divino, no!... es que no son necesarios, es un regalo afectuoso que nosotros hacemos a los verdaderamente interesados... ya somos muchos en backstage, la organización ya nos facilita todo el personal profesional que se necesita para un evento así. Pues muchos de éstos acreditan su paso profesional por mi casa. Otros tantos, esos que no dan ni las buenas tardes por la calle, tienen mi nombre hasta en su perfil de Facebook. Y los poquísimos a los que se les ha invitado a abandonar la casa, como es evidente, hablan pestes de la maldad de un servidor.

Siempre he preferido ser el malo que el tonto. Sin duda. Malo a rabiar, más malo que la tiña, que un chute de ántrax. Equivocarme lo hago con mucha frecuencia, ni más ni menos que los demás, y en muchas ocasiones he sido responsable de situaciones que se escapaban a mi control o de varias miserias. Eso sí, también soy el responsable de mis éxitos, la diferencia es la voluntariedad de dichos conceptos. Aún así, sigo creyendo en que el método debe ser la comprensión y la unión de esfuerzos, la motivación del equipo y la idea y deseo común de éxito. Tampoco creo en el éxito repentino. Por ello, a los que os habéis ido en horas bajas, siento que ahora no os estéis beneficiando de las altas, pero, quizás, y como decía Antonio Banderas de alguna manera, sólo estuvisteis dispuestos a mojaros las nalgas, mientras que otros hemos llegado a tener el agua al cuello y ahora nadamos y nos hacemos unos largos... No es una maldad haber querido sincronizar un equipo integrado por atletas de fondo y personas con motricidad reducida.

miércoles, 10 de agosto de 2016

+ UNA CUESTIÓN TEMPORAL +

Me encanta el sonido de los relojes. Al contrario que a mucha gente, el tic tac constante y predecible me produce una relajación somnífera muy agradable. Como en "Gritos y Susurros", de Bergman, me gusta que en mi casa haya ese diapasón que marca el tiempo, una de mis principales obsesiones, más bien su paso y sus marcas. Suelo mirar la hora a menudo y, en muchas ocasiones coincide ese gesto con un capicúa y ya, en otras, rizando el rizo, con la misma cifra repetida en todos los puestos. No sé si se trata de una coincidencia o una premonición, y, tras haber estado investigando el principio de sincronicidad de Jung por otras cuestiones, no creo en la acausalidad.

Soy profesor desde hace más de 15 años. La docencia es una actividad muy gratificante en muchos casos; se generan vínculos con los estudiantes, incluso afectivos. Soy de los que les importa lo que les pueda pasar. De hecho, me han recomendado en muchas ocasiones no vincularme de manera afectiva con el alumnado porque, a pesar de considerar que mi instinto paterno es nulo, resulta que tengo 6 perros a los que quiero como hijos biológicos y, en cierto modo, cada curso me hago falso padre de alrededor de 60 personas. He impartido clase para gente de todas las edades, desde los 16 hasta 60. Ese es un dato sin importancia, en cualquier caso.

Sin embargo, como en las familias, no podemos pretender que la relación paterno filial sea siempre recíproca. El amor de un padre a un hijo es, sin quererlo, unívoco, o por lo menos más profundo que de manera inversa. Un padre, un buen padre, no debe anteponer sus propios intereses a las necesidades del cachorro, olvidar el egoísmo o la necesidad de autorrealización en favor del bien del vástago. El hijo será siempre más egoísta e interesado, incluso siendo el más bueno de los hijos. Al interpretar este papel, creo, en muchas ocasiones y de manera inconsciente siempre jugamos, sin saberlo, la baza de quien no pidió estar aquí y, por lo tanto, tiene derechos y pocos deberes.

Tras muchos conciertos de reloj, ahora, me siento más padre que nunca, y como patriarca de familia numerosa he vivido relaciones con hijos de toda clase: desde ésos que directamente te ignoran y te repudian por el mero hecho de ser quien decide por ellos en determinadas ocasiones, así como aquellos a los que le debería haber dado la bofetada prohibida y también he tenido hijos-alumnos extraordinarios, educados, responsables y eficaces, de los que te hacen sentir orgulloso, y sé que así es porque, asquerosamente, hace que sintamos la magnífica sensación autocomplaciente de saber que, de alguna manera, su éxito es en alguna medida propio.

Pese a todo, y habiéndolos querido a todos aunque sea una micronésima, y habiendo olvidado ya el nombre de muchos y muchas, hay una subespecie filial a la que me es difícil perdonar, y esa es el hijo pródigo. Éste es el que vuelve con el rabo entre las patas o, en nuestros días, el que no vuelve, o ni si quiera saluda al cruzártelo por la calle. Es el que ignora a posteriori al maestro. Éstos no conocen la importancia del tiempo, vivido y por vivir, y, en un alarde narcisista, olvidan el esfuerzo y dedicación desinteresada del profesor, incluso una estrecha relación diaria. Un buen profesor no de clase por dinero: la preocupación fuera de las horas lectivas no está pagada, es imposible y no existe divisa para pagarla. No hay compensación para esperar despierto con la luz del salón encendida hasta que llegue mientras se escucha el reloj: hay vocación. Éstos son los que se la pegan bien gorda y tú, lo sabías. No es un presentimiento, no es acausal: se sabe, es, sucede. A éstos no se les puede perdonar, se les debe echar de casa, más allá de la tristeza que provoca un fractura. Son los que un día, seguro, se acordarán de los consejos y advertencia que les dió el que les pretendía hacer la caída más suave... pero es que no saben que están cayendo. Sólo se darán cuenta con el impacto final.

Creo que como profesor soy mejor que como padre. Perdono a mi perra Kate al comerse unos zapatos de Prada, pero no puedo tolerar la soberbia absurda de quien no agradece lo que se ha dado de corazón. No pretendo ser querido, como yo admiro y quiero a todos los que me han enseñado, educado y dado un tortazo virtual a tiempo. Simplemente aspiro a la no decepción por parte de aquellos que han sido más hijos que otros. Ello pasa por un ejercicio de la enseñanza más mercenario y, por lo tanto no tan autentico, pero visto lo visto, aún me quedan horas largas de tic tac, porque si he tropezado tres veces con la misma piedra, lo haré tres y cuatro... porque no trabajo de profe, "soy" profe.


lunes, 8 de agosto de 2016

+ TRES HISTORIAS +

... y ella sube fotos de las vacaciones con el novio, un viaje idílico por islas y playas varias, en marcos incomparables ... (1)

(1) Subir fotos a Instagram sólo en vacaciones es SÚPER NO. Queremos ver también el día a día, la habitación en casa de papá y mamá de 4 m2, las jornadas de trabajo semanal cara al público despachando al kilo y el costumbrismo suburbial. Realizar un escaparate de vida paralela en redes sociales es algo ya común y aceptado, pero en ciertos casos roza el escozor, sobre todo cuando es paradigmático de una generación que aún no ha abandonado el nido más allá de la treintena, ahorrando mensualmente gracias a un trabajo basura y sin ninguna tasa contributiva en el seno paterno.

- Ejercicio 1: busca en el diccionario de la RAE las siguientes palabras: costumbrismo, suburbial, contributiva, paradigmático y seno.

... y ella sube vídeos a Snapchat de los conciertos y las fiestas, y de las reuniones en casa con amigos, de risas y el jolgorio ... (2)

(2) Snapchat se hace cansino con 8 vídeos consecutivos del concierto de Beyoncé. Media España ha subido los mismos y carece de interés tu asistencia al mismo, más aún cuando la protagonista de ellos eres tú misma berreando como una vaca en celo y no la cantante afroamericana. Por otra parte, realizar una actividad parecida en Ibiza es otro craso error, porque a parte de estar en la zona más barata y chabacana de al isla, el botellón que practicas tanto allí como en tu piso compartido es un ejercicio de ordinariez absolutamente prescindible para el universo paralelo de la red social.

- Ejercicio 2: comparte el diccionario con tu compañera del ejercicio 1, busca las palabras que no comprendas y apúntate a canto. Suprime los postres.

... y ellos comentan las hazañas del gimnasio y buscan piso por Barcelona; luego se van a un acto organizado dentro del festival Circuit Barcelona ... (3)

(3) Ciertos temas de conversación en un restaurante pueden provocar hilaridad, más aún si la oreja de al lado es la mía. Barcelona se ha plagado de un standard gay de dependientes vigoréxicos que comparten piso en ciertos barrios céntricos. Carece de originalidad el way-of-life, siendo las problemáticas recurrentes: problemas de convivencia, estrategias de ascenso laboral dentro del establecimiento de venta fast-fashion, puesta en común de baterías de ejercicios para fortalecer la musculatura, consejos de vitaminas y ciclos inhibidores de la libido, chat de contactos carnal-casuales, estupefacientes, festivales venéreos y divas del pop.

- Ejercicio 3: coge a tus compañeras del ejercicio 1 y 2 y la misma Beyoncé, que os gusta a los tres, y os vais a la mierda.


sábado, 6 de agosto de 2016

+ UNA HISTORIA MARROQUÍ +

Viajar a Marrakech es una experiencia única, más bien un shock o bofetada cultural que te devuelve a tu sitio por si se te había ocurrido desubicarte un poco. A parte de cruzar las calles por allá por donde se te ocurra y en el momento que te venga en gana, jugando a los marcianitos con los vehículos de motor y tracción animal que pueden aparecer de la nada y obviando la obligatoriedad del casco para conducir moto (y si te lo pones, da igual como; aquí es tendencia llevar la visera en el cogote), por lo demás, todo es fascinante.

Fascina que te ofrezcan hash con la misma frecuencia que viagra, no sin antes haberte intentado vender con cucharón cualquier souvenir o réplica falsa de cualquier perfume francés, así como resulta alucinante que el propietario de cualquier comercio te llame a gritos desde el interior de un establecimiento sentado en una silla de plástico con los pies descalzos en alto... Es muy impactante darse cuenta que las fachadas claustrofobias y carentes de ventanas esconden palacios maravillosos para uso y disfrute del turismo...

Resulta chocante que siga siendo normal, aquí, el trabajo infantil. Además, provoca extrañeza el uso indiscriminado de animales en cautiverio para atracciones turísticas siendo evidente su deterioro físico. Los gatos callejeros están escuálidos y los caballos de las calesas exhaustos.

Sí, aquí hay mucha tela que cortar. Ésto no está muy lejos, geográficamente, del país en el que vivo, y sin embargo parece estar a millones de años luz en cuanto a desarrollo... aparentemente.

Marrakech ya tiene grandes tiendas mainstream, españolas, en el barrio de Guéliz. Ya se ven a adolescentes con chilabas que dicen BROOKLING en la parte delantera. Debajo de este crisol de mal gusto, se usan los jeans pitillo con más lycra que algodón. Te puedes tomar un frapuccino en un Starbuck´s sin aire acondicionado o cenar una minipizza en Pizza Hut. Éso, aquí, es el progreso. Ya se puede escuchar TRAP en árabe. Una o un adolescente de clase media marroquí no dista demasiado de un equivalente europeo. Todo el mundo es adicto al smartphone.

Y entonces, uno como yo, que está mutando en HATER profesional, se pregunta como se cambia o se arregla ésto. Será esta gente feliz? Es feliz el adorable señor bereber que me ha vendido unos zapatos realizados con sus propias manos y al que no me he atrevido a regatear ni un solo dirham? Probablemente, en mayor o menor medida, no son ni más ni menos felices que que cualquier europeo medio; su realidad es ésta, así como la realidad de Gibraltar hacia arriba es el reguetón que incita a la promiscuidad o la cultura "nini". Aquí las chicas con velo también se hacen selfies y los suben a instagram, y se maneja dinero, y dinero y dinero.

Y todo es dinero. Y si es fácil, mejor dinero. Lo que sucede es que a 43 grados poco billete es fácil. Y ésto pasa a la vuelta de la esquina y poco importa. Yo estoy en un hotel maravilloso con grandes palmeras y una piscina iluminada, probando las delicias de la cocina marroquí contemporánea y en una habitación que me protege del viento de fuego con un aire acondicionado que me enfría la piel en un santiamén. Trabajo mucho y estudié mucho. Creo que no podemos dejar que esta gente y tantas otras personas, no necesariamente marroquíes, estudien, y piensen, y conozcan otras realidades. El conocimiento es poder y esta gente es muy pobre, tan pobre como los jóvenes europeos que no conocen ortografía...

A mi el niño que estaba sentado en Jaar El Fna, en el suelo, vendiendo pañuelos de papel, me ha roto el corazón, y no creo que me lo haga olvidar el par de zapatos bereberes auténticos.

martes, 26 de julio de 2016

+ UNA CUESTIÓN PERSONAL +

Ya no creo en la ropa. Pensé que este día no iba a llegar y ha llegado, hace un momento. Estoy harto de trapos, frivolidad, copias, tonterías y demás. No me interesa tener más puntos de venta, o vender en más ferias internacionales, ni tampoco prestar mi ropa a estilistas o celebrities. Esta industria, como la conocemos hoy en día, agoniza.

Ya he vendido más de 1000 camisetas con un mono estampado; conseguir que un mismo artículo se venda a esa escala lo considero un logro... Y ya no me satisface. No quiero que la ropa se compre y se tire como un pañuelo desechable. No. La moda no es ésto o, por lo menos, para mi no es ésto. Ya no me siento identificado con las firmas que venden a granel, independientemente del precio del artículo. Tan mainstream es H&M como Vuitton, la diferencia es el segmento, pero en el fondo, lo mismo. Ya no me excitan los desfiles de creadores que venden novedad cuando falta cultura; Puglisi es Versace, Moschino es barato, Vetéments es horroso, Balenciaga es un insulto... Ya no compro ropa, ni revistas ni veo la televisión.

Hemos convertido todo ésto en un sistema corrupto y perverso que obvia cada día más el talento en favor del mercantilismo y la superficialidad. No puedo soportar a una IT GIRL más, por baratas, ni tampoco a ningún mariquita más de postureo ( ni en minifalda ni disfrazado de gentleman ). Sois todos iguales, de feos y de banales. Y sobre todo, incultos. Ya no tiene sentido ir a ninguna fiesta, ni salir a ninguna discoteca porque todas son más de lo mismo y ponen la misma música para gente que multiplica con dificultad y, tristemente, no sabe ubicar Copenhague en un Mapa Mundi. No.

Vuelvo al estudio, a adquirir más conocimientos, porque me he dado cuenta que ahora, con casi 40, quiero saber más y formarme en otras disciplinas. No me conformo con lo que ya sé y en lo que tengo experiencia. Quiero volver a sorprenderme y busco esa sorpresa en otros mundos, porque el que conozco, tal cual está, no me interesa. Ésto no significa que no vaya a haber colección la próxima temporada: por supuesto que la habrá, de hecho ya está en marcha... pero no como antes. No para que se venda a granel, ni para todo el mundo. No. La moda no es para todo el mundo, como no lo son tantas cosas... no creo en la democratización de nada en una sociedad analfabeta ni considero ninguna opinión ni testimonio sin formación previa. No me interesa la opinión ni el voto de nadie que no muestre acreditación para abrir la boca.

Creo en el trabajo, en la superación personal y en el valor de asumir retos nuevos. Creo en el riesgo. Por lo tanto, entre estudios y trabajo intentaré hacer mi mejor proyecto hasta la fecha, y cuando lo acabe, empezaré el siguiente que deberá superar al anterior o por lo menos intentarlo, pero no por el camino más corto, al contrario, autoimponiéndome trabas... Y así siempre, y aunque viva en una isla. Es por mi, ni por evangelizar a las feas ni por enseñar a los tontos... Es una cuestión personal.

miércoles, 20 de julio de 2016

+ UNA HISTORIA CATALANA +

Mi antigua casera era una señora de alrededor de 80 años, propietaria de todo el edificio. Nosotros teníamos alquilado el estudio en el segundo piso, lo que nos convertía en vecinos: nosotros la puerta de la izquierda y ella la de la derecha. Nuestra casa era, ni más ni menos, una porción de su vivienda: había robado varias habitaciones a la que fue nuestra casa lo que convertía un maravilloso piso, enfrente del Mercado del Borne, en un apartamento de un solo balcón con un dormitorio que se aireaba por un ventanuco que asomaba por el saloncito. Ella conservaba 7 balcones.

Para conseguir el alquiler pasamos dos castings: el primero con ella, sentada en el salón vacío y haciéndonos los gays respetables que no pierden pluma; el segundo, con la agencia inmobiliaria que le gestionaba el patrimonio a la cual le entregamos dos meses de fianza más uno de comisión, a parte de nuestras nóminas y la escritura en propiedad de nuestra casa de Sitges. Pareció ser aval suficiente para poder entrar a vivir a un piso que tardó más de un año en alquilarse. Se entiende que, hasta nosotros, nadie había sido digno de compartir rellano con una respetable anciana catalana de buena y tradicional familia así como edificio con el resto de su familia: hijo, hermana, sobrina y hermana de nuevo.

El día que nos mudamos fuimos recibidos por un alegre pajarillo chino y mecánico a la salida del ascensor que había sido instalado destrozando la arquitectura de una fantástica finca de finales del siglo XIX. Tal "animatrónix" no era más que un avisador, ella controlaba cuando entrábamos y salíamos. Lo primero fue reírnos, inmediatamente después escribir a la chica de la agencia evidenciando que dichas prácticas mermaban nuestra libertad. El pajarillo fue retirado y su puesto lo ocupó un microabeto de plástico con una bola de Navidad dorada, decoración muy Ad-Hoc en aquellas fechas.

Ella, la anciana, parecía la hija ilegítima de el cuervo Rockefeller y Gárgamel, fruto de un bizarro idilio. Siempre iba de peluquería, enlacada, con una pinza plateada de sujetar los rulos que domaba un mechón rebelde en el remolino que tenía encima de la frente. Su marido, por el contrario, era un señor muy perjudicado por los años, semi-minusválido en sus capacidades motrices, y siempre a la sombra de la vieja avara controladora. Ella fue la heredera, él simplemente un advenedizo... A la hora de compartir, nuestro suelo era el techo de la casa de su sobrina, con la cual no se hablaba desde hacía años. Ella, esta última, la sobrina, era una progre no reciclada de cana libre y tatuaje taleguero de mediana edad, tan impertinente como egoísta: ella quería nuestro apartamento para su hijo, que vivía en el ático y estaba esperando un bebé con su mujer filipina. La progre se dedicó a hacernos la estancia lo más desagradable posible quejándose por todo lo real e imaginario, llegando a despertarnos a porrazos en la puerta de madrugada mientras preguntaba qué hacíamos moviendo muebles a aquellas horas. Nosotros no trasladábamos nada, estábamos en la cama contando ovejas desde hacía horas.

Pues bien, entre la avara, el cojo, la vieja 1, la vieja 2, la filipina y un inquilino más que era vecino del novio de la filipina de nacionalidad italiana (feo con la misma avaricia que doña laca hacia acopio de rentas), decidimos, después de año y medio, cambiarnos de piso. La decisión también estuvo apoyada por las hordas de turismo barato que nos daban la serenata a diario, borrachos como cubas, en el precioso Paseo del Borne. Habíamos demostrado nuestra gentileza en numerosas ocasiones, así como nuestra paciencia y, por descontado, nuestro gusto exquisito convirtiendo aquella caja de cerillas en un apartamento divino en gama de azules y arenas. La avara manifestó su tristeza ante nuestra decisión, ya que consideraba que éramos unos señores decentes. Le dimos el mes de pre-aviso, posteriormente le devolvimos las llaves de la porción de casa que nos había cedido y esperamos a que nos devolviese la fianza.

La muy mal nacida jamás nos devolvió la fianza. La esclava de la inmobiliaria nos escribió un mail al cual adjuntó facturas de reparación por valor de los dos meses de adelanto y, muy amablemente, intentó convencernos que habíamos destrozado el piso. Nos informamos sobre qué hacer en estos casos, pero es evidente que jodidos ya estábamos y que, la inversión en tiempo para recuperar lo que era nuestro no merecía la pena. Tampoco somos de ir a los tribunales. Y así quedó la cosa, por el momento.

Ahora, disfruto oyendo su cada vez más apagada voz al otro lado del teléfono cada madrugada. También he pensado en ir al portal y adherir un trozo de cinta adhesiva a su portero automático... No sabía el poder de una astilla en una cerradura hasta el momento, como algo tan pequeño podía convertirse en un objeto tan pernicioso...  pero no, el teléfono es más divertido. Y es que sí, nos mudamos, pero al edificio de al lado, a un piso mucho más bonito, grande y moderno. Por ello nos ve cada día, y cada día que pase será un día más que podrá decir que ha dormido poco, porque entre la edad que no perdona y un escorpio rabioso (servidor) estás perdida, tía gilita. Porque hablar por teléfono nos es delito, y robar sí. 

domingo, 17 de julio de 2016

+ HITCHCOCK, LYNCH, FASSBINDER +

Acabo de ver de nuevo "Crimen Perfecto" de A. Hitchcock. Ya no sólo Grace Kelly, todos y cada uno de los actores, absolutamente todo en la cinta es de una exquisitez que me pone los pelos de punta. El apartamento de Londres, el inspector de policía interpretado por John Williams, el vestuario, el lenguaje... Todo.

Se trata de una de mis películas favoritas, junto a "Terciopelo Azul" de D. Lynch y "Las amargas lágrimas de Petra von Kant" de R.W. Fassbinder. Tampoco me cansaría de ver otras tantas pero hoy la cosa no va de cine.

Estas películas jamás las vi con mi padre. A él le gustan las películas de indios y vaqueros, las que muchas veces ponen a la hora de la siesta. A mi el western no me pone nada, es un género que, salvando raras excepciones, siempre desarrolla la trama de manera similar y la presentación-nudo-desenlace suele ser predecible. No me gustan las películas épicas que narren gestas heroicas. A mi me gusta el cine, y no sólo el cine, que hable de sentimientos, problemas o realidades diferentes a las mías, también de cosas o personas a las que no pueda comprender o, también y como dice mi padre, películas de psicópatas. También me gustan las historias que hablen del más allá.

Creo que en muchos aspectos somos dos absolutos desconocidos. Yo tengo la idea que mi progenitor, pese a tener los dos el mismo nombre ( o casi, el mío es una versión extendida que versiona el suyo ), en relación a mi persona, es la antípoda, más bien yo soy la suya por razones espacio-temporales. Quizás por ello mi madre y él hacen la pareja perfecta, distintos y complementarios, ying y yang, blanco y negro, rubia y moreno. Él es reservado, metódico, trabajador, leal, legal. En esencia una excelente persona. Indudablemente un buen tío. Creo que yo también lo soy o por lo menos intento serlo, pero de otra manera...

Desde la infancia intentó inculcarme diferentes cosas. Más allá de un alto nivel de responsabilidad respecto a mis actos, también lo intentó con el deporte. Llegué a estar federado en gimnasia deportiva y mi padre me acompañaba a los entrenamientos. Jamás consiguió que naciese en mi el amor por el deporte... me gustaba hacer gimnasia, pero lo que más me hubiese gustado es bailar en ese momento. Ya entonces yo no quería hacer paralelas ni potro con arcos: a mi lo que me gustaba era el suelo o salto, y hacer piruetas y posturitas, y soñaba con hacer lo mismo con unas mazas o una cinta como las de las chicas de rítmica que entrenaban al lado. Cuando jugaba al fútbol en el parque que aún hay enfrente de su casa yo, voluntariamente, hacía de portero, porque así, mientras mis amigos se peleaban por la pelota, yo agarraba un lápiz y un rollo de papel higiénico y me fabricaba una cinta de rítmica casera y le daba al tirabuzón como si no hubiese un mañana. Y generalmente me metían goles porque me importaba un bledo el partido. Yo iba a lo mío, que estaba a un millón de años luz de lo que estaba sucediendo en la cancha. El lo sabía, creo, y ni me lo prohibía ni me daba ánimos. Estaba ahí, en casa, con mi madre, que es su media naranja. Yo estaba con mi abuelo y mis vecinos del bloque. Yo jugaba en la calle mientras mi abuelo me sujetaba la cazadora o la cantimplora.

Más tarde llegó la adolescencia y Barcelona. También llegó su gran éxito profesional. Él es, sin duda, el mejor en lo suyo. No es que lo diga yo por amor filial, es un palmarés, una realidad empírica. Si en la infancia fuimos muchas veces extraños, en la adolescencia, como es normal, nos distanciamos más. Siempre vivimos juntos y no me quedaba más remedio que escuchar su radio cada noche y acatar las normas de convivencia no pactadas sino impuestas. Nunca he sabido cual ha sido su sueldo, tampoco me he sentido involucrado en ninguna toma de decisión referente a cualquier asunto trascendental en nuestra familia. Creo que de no ser familia es bastante probable que no fuésemos amigos.

Sí hay un detalle que siempre recordaré de mi padre. Uno de los peores días de mi vida fue aquel que tuve que dar carpetazo a mi primera empresa. Creí que era el final de todo allí, en su despacho. Es una habitación que aún existe en casa de mis padres en la cual se almacenan libros de preparación física, anatomía, técnicas de entrenamiento y táctica futbolística, un millón de trofeos y condecoraciones ganadas con mucho esfuerzo. Libros que a mi no me interesan, como a él no le interesan ni Fassbinder ni Lynch. Sin embargo, él estaba allí, consolándome y animándome a seguir adelante y diciéndome las palabras que necesitaba o debía escuchar en ese momento. Beso no sé o no recuerdo si me dio alguno, e iba a decir que tampoco hacía falta, pero es que sí hacía falta. A mi me hacen falta los besos, me hacen falta millones de besos, y de abrazos, y de llamadas de teléfono. Pero allí estuvo, con sus recursos. Intentó hacer con su método que no me viniese abajo y quizás gracias a aquel día, de alguna manera, he seguido por donde voy.

Él es el fan número uno de este blog, y esta entrada está escrita porque mi padre mi dijo el otro día, a través del teléfono de mi madre, que nunca hablaba de él. Mi padre forma parte de mi historia indiscutiblemente y, evidentemente, a parte de sus pies, tengo mucha más información genética paterna de la que él se cree. No me sé su número de teléfono, como creo que tampoco debe recordar el mío y me sigue entrando la risa, por ser mi antípoda, cuando me entero que cena a las 8 de la tarde, cada día, lo mismo. Y que se levanta cada día a la misma hora, y que se acuesta cada día a la misma hora, y que se desayuna cada día con lo mismo, ni más ni menos. Por lo tanto también forma parte de mi historia cada programa de "El larguero" que me he tragado así como cada partido que he visto pero no he mirado, como cada beso que ha querido darme y no ha sabido como. Sí recuerdo como ha venido a despertarme tantas veces para darme un mordisco en el cuello, millones de veces. Pero bueno, yo sencillo no soy a mi pesar y quiero más besos, más vistas, flexibilidad y más diálogo, que no monólogos. Quiero conversaciones sin la televisión o partido de fondo, quiero nocheviejas llegando despierto hasta las uvas, también me apetece irnos de viaje juntos, trasnochar un día, tomarnos un copazo, conducir su coche si está cansado, enseñarle las novedades de internet, contarle cómo es mi vida de cabo a rabo, acompañarle a comprar ropa y a la peluquería y cambiarle el look,  y contestarle a esa pregunta que me hace cada vez que le oigo al otro lado del teléfono de madre y que no es otra que ¿eres feliz? Entonces, le contaré porque Hitchcock, Lynch o Fassbinder hacen que mi vida sea más feliz y me ayuden a darme cuenta que casi todo lo que nos rodea es una mierda. Y digo casi todo porque la pequeña porción que se salva son esas personas que se cuentan con los dedos de las manos, y mi padre es el índice de la mano derecha.

martes, 5 de julio de 2016

HOT GIRL!

Ella entró en el vestuario con los zapatos de Valentino en la mano, con la etiqueta bien visible. Calzarse unos tacones de 10 cm para una jornada en la que te vas a pasear de aquí para allá denota un coeficiente intelectual reducido, pero nosotros no nos dimos cuenta. Luego sí.

Al principio pensamos "mira es mona", y más avalada por amigos comunes que nos habían hablado maravillas a cerca de su simpatía y buen hacer. Mentira cochina...
No soltó el iPhone ni un segundo y en su mirada se percibía un tono de condescendencia y caridad hacia nosotros no justificado: ella parecía venir a hacer un favor, porque a ella le habían enseñado que los favores no se hacen gratis, se cobran. Ella es profesional. Probarle ropa fue difícil: sin soltar el teléfono resulta una tarea complicada vestir y desvestir.

Con tan solo 23 o 24 ya sabe de qué va el asunto, para eso se ha plantado un par de tetas neumáticas frente a las que cualquier futbolista (ahora) o cualquier otro próximo incauto caerá rendido. Está convencida que ese peso estará turgente por toda la eternidad, pobre, ignora que todo cae... La incoherencia lleva a sacar pecho pero, muy malvadamente, actuar con un falso pudor sobre si se enseña o no se enseña. Pidió un adhesivo para que la teta se viera pero sólo hasta donde ella quería que se viese. Las tetas de momento funcionan y es por ello por lo que se paseó arriba y abajo meneando el palmito en cuanto estaba metida en el bañador, sacudiendo la cadera a la vez que pensaba "aquí estoy yo". Ella se sentía la estrella y creía dejarnos a nosotros en la posición de meros espectadores/admiradores de una belleza sin igual. Sí, es muy guapa, al igual que muchas otras. Una persona es poliédrica, ella también, a nosotros nos enseñó varias partes del puzzle, y no nos gustaron.

Finamente la primera fase pasó y al cabo de tres días llegó el día de autos. No se sintió favorecida cuando era la doble de Barbara Carrera en 007, por que no sabe quien es, dudo que lea novelas y mucho menos que esté interesada en el cine que no sea de estreno para ir a hacerse la foto del photocall. Dudo que sepa lo que es el PUK, porque si el móvil se queda bloqueado, le compran otro, más caro, más grande, o de otro color, lo mismo hasta haciendo juego con los zapatos de Valentino. Ella cree estar por encima de todo, está buena y le compran cosas, trabaja por placer, o hace favores de placer, aunque exista una tabla de tarifas. No le gusta que le maquillen como a un travesti, porque ella es hembra de rompe y rasga, fértil, y éso es lo que probablemente le asegurará un salario de por vida.

Finalmente nadie se dio cuenta de todo ésto ahí fuera. Algunos me comentaron qué hacía una chica como ésta en una casa como la mía. Ella no comprendía que se trataba de una dexcontextualización, una extraña en universo en el que tienen cabida, también, personas como ella, intérpretes de lo superficial y odioso. Con nosotros no vas a repetir, las licencias mainstream sólo las hacemos de vez en cuando y no cambio ni a uno sólo de mis musos ni una vez más por alguien como tu, porque hablamos lenguajes distintos, jugamos en ligas diferentes... Tú en primera división, en España, Francia o donde se tercie. Nosotros hacemos moda de temporada, tú en breve serás un saldo, aún más barata.

jueves, 23 de junio de 2016

MIDDLE LIFE CRISIS

Hace unos semanas me encontré con Mónica, una psicóloga divina amiga de mi amigo Eduardo y me preguntó por qué había dejado de escribir, de hecho ella me conocía antes por el blog que personalmente. Pues bien, Mónica, aquí estoy de nuevo tal cual te dije en la Terraza Martini.

No he dejado de escribir, que me encanta, la cuestión es que no tengo tiempo. Me paso el día con la cabeza como una olla express de acá para allá y he intentado practicar el Mind Fullness como tú, y Silvia, me habéis recomendado. Y soy incapaz. No consigo aislar un pensamiento en el cerebro, el multitasking me supera, incluso lavándome los dientes, como me decías... incapaz, inútil, no dotado para el uno a uno.

Llegar a los 40, en mi caso, está siendo una etapa de reflexión y consumo masivo de energía, la cual desprecio en muchas ocasiones en blasfemar frente a situaciones cotidianas, o no, que hacen de esta aventura una porquería. Me molesta todo, desde un niño diciendo tonterías hasta el recuerdo de mi exjefa, que es la peor persona y la tía más plagada de defectos que he conocido ya en mi, más o menos larga experiencia. Es difícil lavarse los dientes y concentrarse exclusivamente en el correcto cepillado si te viene a la cabeza su desagradable cara maquillada con una exagerada capa de Tierras de Egipto...

He decidido empezar a no perdonar con 40. Ya he probado lo contrario durante 40 años y, de momento, el resultado ha sido un aprobado raspado. De siempre he sido un empollón y, como es evidente, no me conformo con un 5, así que entramos en la era del NO. Me he dado cuenta que conservo amistades que permanecen gracias a mis llamadas de teléfono, cada vez con frecuencia más amplia, pero ahí siguen. Ahí seguían, desde ahora ya NO. También he comprendido que el cash lo mueve todo, que la que el otro día te ayudó ahora quiere compensación, cual DEALER, o simplemente está muy ocupada en las redes sociales.. Pues también cambio de DEALER, y acabo de encargar una web nueva, visto lo visto. Cuenta lo último, no la trayectoria, como para calcular la jubilación. Atrás quedan centenares de alumnos que no se acuerdan de quien les enseñó hasta a multiplicar, o a poner una tilde en un por qué interrogativo, ahora llenos de arrogancia y soberbia, dando los pasos equivocados que yo también di hace 20 años.

Pues con medio bigote blanco y otro medio negro, jaspeado, vuelvo a estudiar, Mónica. Empiezo de nuevo el curso que viene, y ahora como siempre, por gusto. La ilusión que antes tenía en lo que desde ahora es NO la voy a gastar en nuevos conocimientos.

Y a todos esos NOES que os den pomada.