martes, 16 de agosto de 2016

+ UNA HISTORIA DE UNA HISTORIA +

De nuevo, lo que dije que jamás volvería a hacer, lo hice.

Juré no ver "Julieta", y esta noche la he alquilado en Itunes por 3,99 €. Quizás albergaba en lo más profundo de mi ser la esperanza de reconquistar mi amor por Almodóvar, ese ser que en la adolescencia me fomentó la fantasía e hizo que mi ilusionara por tantas cosas. Sin embargo, el cisma entre uno de mis antiguos ídolos y quien escribe es cada vez más irreversible.

Si tuviese que elegir entre la Julieta de Almodóvar ( Emma Suárez ) y esa gran diva que es Juliette Binoche, interpretando a Julie en "Azul" de Kieslovski, no lo dudaría en un solo momento. Como es habitual, este gran artista del col.lage se apropia de caracteres ajenos para aplicarlos a un universo personal y, en un arrebato narcisista, llegar a creerse el demiurgo creador de dichas realidades, como quien cree convertir las cosas en verdad a base de decirlas mucho. Binoche sí es una madre viuda destrozada, es una mujer verosímil que se autolesiona los nudillos en una pared rugosa como quien se retira el pelo de a cara. Ella sí conmueve, convence y emociona. Sí creo que Julie alquilara un piso para ermitar en medio de la nada. Ella sí estaba vacía.

Por el contrario, Julieta parece una caricatura redicha, con diálogos que cuesta pronunciar y citas populistas que no vienen al caso. Y como en tantas de Almodóvar, al final, chan-chin-pum y fin, todo resuelto. Y a por la siguiente película.

Y a vivir de la renta. Tantos años habiendo sido un proscrito, enemistado con toda la academia del cine español, con reconocimientos en todas partes menos aquí, y ahora, en lo peor de su carrera, es cuando el territorio patrio lo adopta como insignia del arte y la cultura española. Ésto es muy nosotros, esperar a que nos digan que tenemos algo bueno allá lejos y patentarlo para luego dejar que el producto se acomode y empieze a generar sucedáneos. Es como fichar a Beckham y que no marque un gol en 5 años... pero a la española con españoles, sin extranjerismos, de nosotros para nosotros mismos. Españoleando...

Contemos cuantas buenas películas ha hecho Amenábar desde "Tesis". Es que no sabemos jugar con presupuesto... En cuanto nos creemos algo dejamos de hacer funcionar la cabeza y empezamos a suplir las carencia con inversiones. Pienso que gran parte del éxito de una propuesta creativa, artística o no, suele pasar por una escasez de medios que obligue al cerebro a buscar el recurso que sea más eficaz a la hora de conseguir un propósito o transmitir un mensaje. El dinero no es bueno, hace que te alejes de la realidad y te subas en ese púlpito ficticio en el que está Almodóvar contado historias inverosímiles y pesadas, con señoras que sufren mucho, con tramas que parecen enrevesadas y sin embargo son facilonas, como ya sucedió en "Los abrazos rotos", a las que le sobraban 60 minutos de los 90 del film.

Estoy triste y enfadado, porque me siento decepcionado. Yo he sido feliz con él en mi mente en miles de ocasiones... Ahora, sin embargo, entiendo y me doy cuenta que me enseñaba una realidad calcada de otras realidades, como el póster de L. Freud que sale en la película... en ella, parece que es el original de uno de los autorretartos del artista, y sin embargo no es más que el cartel de una exposición. Así es Almodóvar, sólo un reflejo.





viernes, 12 de agosto de 2016

+ NATACIÓN SINCRONIZADA +

Hace ya días que Antonio Banderas declaró en una entrevista una opinión con la que estoy de acuerdo. Explicaba la diferencia de mentalidad entre un estadounidense y un español. Decía que en Estados Unidos existe un espíritu emprendedor, que cuando a un adolescente se le pregunta sobre lo que le gustaría hacer con su futuro pensaba en un proyecto, una idea o en el desarrollo de una empresa o como queramos llamarlo, pero algo relacionado con la consecución de un objetivo personal y profesional vinculado al dinero y a la autorrealización personal. Sin embargo, argumentaba, el español piensa en un empleo fijo, en aprobar unas oposiciones y en asegurar el futuro con el mínimo riesgo posible. Esa es una de las diferencias fundamentales entre la sociedad norteamericana y la española; entonces, no es de extrañar la situación de nuestra sociedad, tanto la de los que se quedan aquí como la de los que deciden emigrar a otros lugares donde puedan desarrollar su talento o profesión.

De no haber riesgo o iniciativas no existiría ni un solo puesto de trabajo por cuenta ajena. No habría administración del estado o empleos públicos para la gran demanda de empleo, todos seríamos funcionarios de alguna manera y dependeríamos de la empresa pública. Creo que es sensato pensar que determinadas empresas deben pertenecer al bien común, desde las energéticas hasta la sanidad y, es más, todas aquellas que procuren un bien social común y necesario. Sin embargo, hay otras, desde todo el sector servicios hasta el lujo que lo normal es que pertenezcan a la iniciativa privada.

Ser empresario en España no es fácil, es más, es dificilísimo. Lo digo con el conocimiento de causa que me otorga serlo desde hace casi 20 años. Con 23 me lié la manta a la cabeza y, con ayudas varias (familiares, casi exclusivamente) emprendí mi ilusión. Trabas he encontrado millones, problemas he pasado miles y, de todos ellos, podía imaginarme algunos, pero no todos. A la vez, a parte de trabajar para mi propia empresa, también trabajo por cuenta ajena, por lo que mi visión en muchas ocasiones es panorámica. Suelo pensar, cuando trabajo para otros, que es lo que no debo hacer puesto que es lo que no me gustaría que hicieran mis trabajadores y observo como es de diferente el prisma desde un extremo y desde el otro. En esos casos procuro recurrir al sentido común.

Sin embargo, hay quien no ha tenido ninguna otra responsabilidad que el cumplir con su obligación en su cometido por cuenta ajena. Así, la visión es parcial y solemos responsabilizar de muchas de nuestras propias faltas a esa entelequia que es "la empresa". Por ejemplo, y no generalizo, todos conocemos a alguien que antepone sus intereses o necesidades personales en horario laboral (por ejemplo, ir al médico, hacer unas compras por internet... etc). Pensando que lo importante es la productividad y no el calentamiento de silla por horas, no somos conscientes que la buena marcha de un proyecto es la suma de esfuerzos de los engranajes que constituyen esa realidad intangible de la empresa. El conflicto se da cuando la buena marcha no repercute en cada pequeña porción... ese es el fallo.

En una gran multinacional entiendo que la personalidad se diluye en el número de carnet o contrato que nos casa con ese gran mastodonte. En una pequeña o mediana empresa no es así, o por lo menos en mi caso, no lo es. Pienso que es de ley que el máximo responsable sea el que todo lo cubre, con su patrimonio o con su esfuerzo. Cuando se acababa la jornada laboral de mis empleadas y no habían rendido lo suficiente, el que se quedaba montando mangas era yo. También he sido el que me he peleado con el banco para conseguir financiación así como he ido en las últimas de gasolina para poder pagar a mis empleadas. Eso hay que vivirlo, no basta con contarlo, porque no por mucho decirlo se llega a comprender bien. Se trata de una sensación de angustia vital que consume cuando las cosas no salen como tu quieres, cuando las personas en las que has depositado tu confianza y a las que pretendes contagiar tu entusiasmo van a ganar un jornal y punto. Es una situación muy desesperante. Es una presión incesante que te posiciona en un punto en el que se te piden responsabilidades por arriba y por abajo. Y ahí estas tu, haciendo que puedes.

Ello se dá hasta con unos simples becarios. Estamos generando un sistema en el que los derechos son cada vez más amplios, y así debe ser, pero por el contrario cada vez somos más laxos con la exigencia de responsabilidades. Un o una dependienta debe y es su obligación atender con una sonrisa, no basta con despachar, su deber es vender bien, no sólo doblar y cobrar, también ser agradable con el cliente y convertir su experiencia de compra en algo bueno. No creo en la excusa de un salario bajo para enmascarar una desgana. Se trata de hacer con dignidad y responsabilidad una tarea para la que has sido contratado/a o para la que te has comprometido, no está bien bajo mi punto de vista, realizar una becaría con desdén porque no sea una tarea remunerada económicamente.

Por otra parte, siempre tenemos la tendencia a encontrar a un malo al que cargarle los muertos. Ese, y yo lo he sido, es el que asumió el riesgo. Si la cosa no funciona, la responsabilidad es tuya. Nadie va a pedir cuentas a los que están en cargos inferiores, microirresponsabilidades quizás, pero que sumadas todas en su conjunto pueden suponer una ruina. Yo me he levantado de una ruina, y he aprendido muchas cosas que me han servido para construir un bicho más grande y próspero. También he aprendido a ser casi absolutamente autosuficiente. Lo que en Estados Unidos es un plus en España te convierte en un mindundi: allí, eres un creador, un artesano; aquí, un pringado que no (tiene) medios para trabajar lo menos posible y sin embargo poner la cara y admitir el mérito en singular.

Todo ésto no lo ven muchos que trabajan todo el año para pasarse quince días al año en Ibiza, por ejemplo, de colocón. Tampoco los que cosen etiquetas sin ganas que después se caen. Esos solo ven que tu, ya madurito, tienes lo que ellos querrían tener. Me recuerda a la clásica queja sobre las tarifas de los notarios... o de los abogados: una firma, una fortuna. Y sí, la oposición a notarias no es fácil, y conocer el código tampoco: no podemos pagar por horas, debemos cobrar por talento o conocimientos. Yo diseño una colección de camisetas en una tarde, en 4 horas, y no cobro lo mismo que un trabajador del servicio doméstico. Es una cuestión de oficio, talento y formación.

En resumen, que toda esta disertación viene al caso porque me fascina la cantidad de alumnos míos o satélites varios que marcan vinculaciones de lo más surrealistas con mi proyecto personal. Algunos de ellos han sido invitados a participar de algún desfile entre bambalinas para echar una mano, como un regalo al que sólo tienen acceso algunos de ellos, y no porque yo me haga el divino, no!... es que no son necesarios, es un regalo afectuoso que nosotros hacemos a los verdaderamente interesados... ya somos muchos en backstage, la organización ya nos facilita todo el personal profesional que se necesita para un evento así. Pues muchos de éstos acreditan su paso profesional por mi casa. Otros tantos, esos que no dan ni las buenas tardes por la calle, tienen mi nombre hasta en su perfil de Facebook. Y los poquísimos a los que se les ha invitado a abandonar la casa, como es evidente, hablan pestes de la maldad de un servidor.

Siempre he preferido ser el malo que el tonto. Sin duda. Malo a rabiar, más malo que la tiña, que un chute de ántrax. Equivocarme lo hago con mucha frecuencia, ni más ni menos que los demás, y en muchas ocasiones he sido responsable de situaciones que se escapaban a mi control o de varias miserias. Eso sí, también soy el responsable de mis éxitos, la diferencia es la voluntariedad de dichos conceptos. Aún así, sigo creyendo en que el método debe ser la comprensión y la unión de esfuerzos, la motivación del equipo y la idea y deseo común de éxito. Tampoco creo en el éxito repentino. Por ello, a los que os habéis ido en horas bajas, siento que ahora no os estéis beneficiando de las altas, pero, quizás, y como decía Antonio Banderas de alguna manera, sólo estuvisteis dispuestos a mojaros las nalgas, mientras que otros hemos llegado a tener el agua al cuello y ahora nadamos y nos hacemos unos largos... No es una maldad haber querido sincronizar un equipo integrado por atletas de fondo y personas con motricidad reducida.

miércoles, 10 de agosto de 2016

+ UNA CUESTIÓN TEMPORAL +

Me encanta el sonido de los relojes. Al contrario que a mucha gente, el tic tac constante y predecible me produce una relajación somnífera muy agradable. Como en "Gritos y Susurros", de Bergman, me gusta que en mi casa haya ese diapasón que marca el tiempo, una de mis principales obsesiones, más bien su paso y sus marcas. Suelo mirar la hora a menudo y, en muchas ocasiones coincide ese gesto con un capicúa y ya, en otras, rizando el rizo, con la misma cifra repetida en todos los puestos. No sé si se trata de una coincidencia o una premonición, y, tras haber estado investigando el principio de sincronicidad de Jung por otras cuestiones, no creo en la acausalidad.

Soy profesor desde hace más de 15 años. La docencia es una actividad muy gratificante en muchos casos; se generan vínculos con los estudiantes, incluso afectivos. Soy de los que les importa lo que les pueda pasar. De hecho, me han recomendado en muchas ocasiones no vincularme de manera afectiva con el alumnado porque, a pesar de considerar que mi instinto paterno es nulo, resulta que tengo 6 perros a los que quiero como hijos biológicos y, en cierto modo, cada curso me hago falso padre de alrededor de 60 personas. He impartido clase para gente de todas las edades, desde los 16 hasta 60. Ese es un dato sin importancia, en cualquier caso.

Sin embargo, como en las familias, no podemos pretender que la relación paterno filial sea siempre recíproca. El amor de un padre a un hijo es, sin quererlo, unívoco, o por lo menos más profundo que de manera inversa. Un padre, un buen padre, no debe anteponer sus propios intereses a las necesidades del cachorro, olvidar el egoísmo o la necesidad de autorrealización en favor del bien del vástago. El hijo será siempre más egoísta e interesado, incluso siendo el más bueno de los hijos. Al interpretar este papel, creo, en muchas ocasiones y de manera inconsciente siempre jugamos, sin saberlo, la baza de quien no pidió estar aquí y, por lo tanto, tiene derechos y pocos deberes.

Tras muchos conciertos de reloj, ahora, me siento más padre que nunca, y como patriarca de familia numerosa he vivido relaciones con hijos de toda clase: desde ésos que directamente te ignoran y te repudian por el mero hecho de ser quien decide por ellos en determinadas ocasiones, así como aquellos a los que le debería haber dado la bofetada prohibida y también he tenido hijos-alumnos extraordinarios, educados, responsables y eficaces, de los que te hacen sentir orgulloso, y sé que así es porque, asquerosamente, hace que sintamos la magnífica sensación autocomplaciente de saber que, de alguna manera, su éxito es en alguna medida propio.

Pese a todo, y habiéndolos querido a todos aunque sea una micronésima, y habiendo olvidado ya el nombre de muchos y muchas, hay una subespecie filial a la que me es difícil perdonar, y esa es el hijo pródigo. Éste es el que vuelve con el rabo entre las patas o, en nuestros días, el que no vuelve, o ni si quiera saluda al cruzártelo por la calle. Es el que ignora a posteriori al maestro. Éstos no conocen la importancia del tiempo, vivido y por vivir, y, en un alarde narcisista, olvidan el esfuerzo y dedicación desinteresada del profesor, incluso una estrecha relación diaria. Un buen profesor no de clase por dinero: la preocupación fuera de las horas lectivas no está pagada, es imposible y no existe divisa para pagarla. No hay compensación para esperar despierto con la luz del salón encendida hasta que llegue mientras se escucha el reloj: hay vocación. Éstos son los que se la pegan bien gorda y tú, lo sabías. No es un presentimiento, no es acausal: se sabe, es, sucede. A éstos no se les puede perdonar, se les debe echar de casa, más allá de la tristeza que provoca un fractura. Son los que un día, seguro, se acordarán de los consejos y advertencia que les dió el que les pretendía hacer la caída más suave... pero es que no saben que están cayendo. Sólo se darán cuenta con el impacto final.

Creo que como profesor soy mejor que como padre. Perdono a mi perra Kate al comerse unos zapatos de Prada, pero no puedo tolerar la soberbia absurda de quien no agradece lo que se ha dado de corazón. No pretendo ser querido, como yo admiro y quiero a todos los que me han enseñado, educado y dado un tortazo virtual a tiempo. Simplemente aspiro a la no decepción por parte de aquellos que han sido más hijos que otros. Ello pasa por un ejercicio de la enseñanza más mercenario y, por lo tanto no tan autentico, pero visto lo visto, aún me quedan horas largas de tic tac, porque si he tropezado tres veces con la misma piedra, lo haré tres y cuatro... porque no trabajo de profe, "soy" profe.


lunes, 8 de agosto de 2016

+ TRES HISTORIAS +

... y ella sube fotos de las vacaciones con el novio, un viaje idílico por islas y playas varias, en marcos incomparables ... (1)

(1) Subir fotos a Instagram sólo en vacaciones es SÚPER NO. Queremos ver también el día a día, la habitación en casa de papá y mamá de 4 m2, las jornadas de trabajo semanal cara al público despachando al kilo y el costumbrismo suburbial. Realizar un escaparate de vida paralela en redes sociales es algo ya común y aceptado, pero en ciertos casos roza el escozor, sobre todo cuando es paradigmático de una generación que aún no ha abandonado el nido más allá de la treintena, ahorrando mensualmente gracias a un trabajo basura y sin ninguna tasa contributiva en el seno paterno.

- Ejercicio 1: busca en el diccionario de la RAE las siguientes palabras: costumbrismo, suburbial, contributiva, paradigmático y seno.

... y ella sube vídeos a Snapchat de los conciertos y las fiestas, y de las reuniones en casa con amigos, de risas y el jolgorio ... (2)

(2) Snapchat se hace cansino con 8 vídeos consecutivos del concierto de Beyoncé. Media España ha subido los mismos y carece de interés tu asistencia al mismo, más aún cuando la protagonista de ellos eres tú misma berreando como una vaca en celo y no la cantante afroamericana. Por otra parte, realizar una actividad parecida en Ibiza es otro craso error, porque a parte de estar en la zona más barata y chabacana de al isla, el botellón que practicas tanto allí como en tu piso compartido es un ejercicio de ordinariez absolutamente prescindible para el universo paralelo de la red social.

- Ejercicio 2: comparte el diccionario con tu compañera del ejercicio 1, busca las palabras que no comprendas y apúntate a canto. Suprime los postres.

... y ellos comentan las hazañas del gimnasio y buscan piso por Barcelona; luego se van a un acto organizado dentro del festival Circuit Barcelona ... (3)

(3) Ciertos temas de conversación en un restaurante pueden provocar hilaridad, más aún si la oreja de al lado es la mía. Barcelona se ha plagado de un standard gay de dependientes vigoréxicos que comparten piso en ciertos barrios céntricos. Carece de originalidad el way-of-life, siendo las problemáticas recurrentes: problemas de convivencia, estrategias de ascenso laboral dentro del establecimiento de venta fast-fashion, puesta en común de baterías de ejercicios para fortalecer la musculatura, consejos de vitaminas y ciclos inhibidores de la libido, chat de contactos carnal-casuales, estupefacientes, festivales venéreos y divas del pop.

- Ejercicio 3: coge a tus compañeras del ejercicio 1 y 2 y la misma Beyoncé, que os gusta a los tres, y os vais a la mierda.


sábado, 6 de agosto de 2016

+ UNA HISTORIA MARROQUÍ +

Viajar a Marrakech es una experiencia única, más bien un shock o bofetada cultural que te devuelve a tu sitio por si se te había ocurrido desubicarte un poco. A parte de cruzar las calles por allá por donde se te ocurra y en el momento que te venga en gana, jugando a los marcianitos con los vehículos de motor y tracción animal que pueden aparecer de la nada y obviando la obligatoriedad del casco para conducir moto (y si te lo pones, da igual como; aquí es tendencia llevar la visera en el cogote), por lo demás, todo es fascinante.

Fascina que te ofrezcan hash con la misma frecuencia que viagra, no sin antes haberte intentado vender con cucharón cualquier souvenir o réplica falsa de cualquier perfume francés, así como resulta alucinante que el propietario de cualquier comercio te llame a gritos desde el interior de un establecimiento sentado en una silla de plástico con los pies descalzos en alto... Es muy impactante darse cuenta que las fachadas claustrofobias y carentes de ventanas esconden palacios maravillosos para uso y disfrute del turismo...

Resulta chocante que siga siendo normal, aquí, el trabajo infantil. Además, provoca extrañeza el uso indiscriminado de animales en cautiverio para atracciones turísticas siendo evidente su deterioro físico. Los gatos callejeros están escuálidos y los caballos de las calesas exhaustos.

Sí, aquí hay mucha tela que cortar. Ésto no está muy lejos, geográficamente, del país en el que vivo, y sin embargo parece estar a millones de años luz en cuanto a desarrollo... aparentemente.

Marrakech ya tiene grandes tiendas mainstream, españolas, en el barrio de Guéliz. Ya se ven a adolescentes con chilabas que dicen BROOKLING en la parte delantera. Debajo de este crisol de mal gusto, se usan los jeans pitillo con más lycra que algodón. Te puedes tomar un frapuccino en un Starbuck´s sin aire acondicionado o cenar una minipizza en Pizza Hut. Éso, aquí, es el progreso. Ya se puede escuchar TRAP en árabe. Una o un adolescente de clase media marroquí no dista demasiado de un equivalente europeo. Todo el mundo es adicto al smartphone.

Y entonces, uno como yo, que está mutando en HATER profesional, se pregunta como se cambia o se arregla ésto. Será esta gente feliz? Es feliz el adorable señor bereber que me ha vendido unos zapatos realizados con sus propias manos y al que no me he atrevido a regatear ni un solo dirham? Probablemente, en mayor o menor medida, no son ni más ni menos felices que que cualquier europeo medio; su realidad es ésta, así como la realidad de Gibraltar hacia arriba es el reguetón que incita a la promiscuidad o la cultura "nini". Aquí las chicas con velo también se hacen selfies y los suben a instagram, y se maneja dinero, y dinero y dinero.

Y todo es dinero. Y si es fácil, mejor dinero. Lo que sucede es que a 43 grados poco billete es fácil. Y ésto pasa a la vuelta de la esquina y poco importa. Yo estoy en un hotel maravilloso con grandes palmeras y una piscina iluminada, probando las delicias de la cocina marroquí contemporánea y en una habitación que me protege del viento de fuego con un aire acondicionado que me enfría la piel en un santiamén. Trabajo mucho y estudié mucho. Creo que no podemos dejar que esta gente y tantas otras personas, no necesariamente marroquíes, estudien, y piensen, y conozcan otras realidades. El conocimiento es poder y esta gente es muy pobre, tan pobre como los jóvenes europeos que no conocen ortografía...

A mi el niño que estaba sentado en Jaar El Fna, en el suelo, vendiendo pañuelos de papel, me ha roto el corazón, y no creo que me lo haga olvidar el par de zapatos bereberes auténticos.