sábado, 19 de septiembre de 2009

*SMILE!

A muchos nos ha pasado algo así alguna vez:
... no hace demasiado tiempo caminaba yo por Paseo de Gracia cuesta arriba cuándo, a la altura de La Pedrera, encontré el semáforo para peatones en rojo. Me paré. Al otro de la calle y también listo para cruzar había un hombre guapísimo. Además de guapo me fascinó como iba vestido. Le metí un repaso de campeonato, más o menos del calibre del que me estaba pegando él a mi ... vamos que no perdí detalle y él tampoco. Me dije para mi "menudo tío más total, joder ... es que me encanta... sus zapatos, su pantalón... su barbota...". Sin embargo, mi actitud fué la contraria, como si me hubiese tragado el palo de una escoba: altivo, indiferente e incluso estúpido. Él, lo mismo. Irónicamente dos personas que se habían cruzado por la calle, que se habían hecho una radiografía y que, evidentemente, apreciaban la manera de vestir del otro se comportaban como dos imbéciles que ni siquiera se habían dedicado, ya no un "hola!", ni si quiera una sonrisa mientras atravesaban el paso de cebra. Cuando llegué al otro lado me paré y pensé lo absurdo de mi comportamiento. ¿Por qué actuamos así? ¿Por qué somos tan inseguros? En el fashioneo esta conducta abunda...
Pues NO. Me voy a atrever a reconocer que algo me gusta. No me apetece seguir siendo imbécil... y vamos, como me vuelva a encontrar a este chico a la altura de La Pedrera juro que me paro y le pregunto si le apetece un café, que invito yo.

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