miércoles, 30 de septiembre de 2009

+DESHABILLÉ+


Anécdota:
Vine a Barcelona tres días antes de mi desfile para prepararlo todo. Me acogieron en su casa una pareja de amigos (ya separados) en Sant Cugat del Vallès. Como uno es muy agradecido, a mi amiga le regalé un vestido de la colección anterior, pero vigente en temporada real, de chinz estampado made in Liberty (del auténtico, vamos) y aplicaciones de entredós de valenciennes carísimo y monísimo. Ella, encantada. Tan flipada estaba con el vestido que se lo plantó a la mañana siguiente.
Pues nada, nos fuimos para Barcelona y nos dimos un homenaje en el desayuno, después a la pelu y más tarde yo tenía que comprar unos cíngulos en una tienda que hay en Via Laietana de artículos religiosos para hacer unos cinturones para el chou. Primer corte: el vestido, honestamente, parecía una combinación y a la dependienta de la boutique vaticana se le torció en morro. Mi amiga, que otra cosa no pero es lista de narices, se dió cuenta perfectamente de lo inapropiada que iba para las circunstancias y se plantó una carpeta que no sé por qué llevabamos entre teta y teta. Pobre mujer la de la tienda, se quedó a cuadros con el mariquita y la fresca de su amiga que buscaban cíngulos...
De ahí nos fuimos a un bonito establecimiento que hay en Paseo de Gracia arriba del todo a que un servidor se comprase un modelito para pinchar esa misma noche en el Club 13. Corte nº2: mientras yo me probaba, una dependienta pseudoamable invitó a mi amiga a meterse en el probador de enfrente al mío a comprobar como me quedaba la selección de prendas. En resumen, que la escondieron de mala manera, debe ser que también consideraron que iba medio desnuda. Yo, indeferente frente a tal ofensa, me compré el modelito en cuestión sin importarme lo más mínimo que a mi amiga, vestida por mi, una doñanadie la hubiese ninguneado. Nos insultó por triplicado: a mi amiga con su gesto le había llamado indigna, al vestido "caca" y a mi, por inventármelo, "imbecil". Lo que es el poder de las grandes marcas ... me tragué mi orgullo y gasté como un tonto.
En conclusión: o nos pasamos de modernos y el mundo no está preparado para nosotros o (más bien) deberíamos pensar la ropa para lo que verdaderamente sirve, estar más guapos-atractivos-seductores. La ropa no debe cerrar puertas, sino abrirlas. Deacuerdo que cada grupo social tiene sus normas, pero la moda nunca debería excluirnos. Por lo tanto recomiendo ejercicios de tolerancia por un lado y de autocrítica por otro.
Nuria: el vestido, ya, úsalo de camisón.

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