jueves, 17 de diciembre de 2009

:: mundo viejuno! ::

Como soy un cotilla irremediable y un observador nato, tengo manías y costumbres que ya no cambio ni aunque lo intente.
Lo primero que hago cuando conozco a una persona es mirar sus manos, incluso antes que sus ojos o sus dientes. Me gustan las manos grandes en los hombres, con dedos fuertes y, sobre todo, con buenas uñas, sanas y enteras. Me repugnan las uñas mordisqueadas o cortadas con los dientes (algo que me acabo de enterar que es, por lo visto, normalísimo). En una chica las manos deben ser delicadas, limpias y manicurizadas (no al estilo beckham, sino naturales o con una/unas capas de laca de uñas lisa y NUNCA nacarada). Ya si la mano es huesuda, un plus. Conozco a personas con las manos preciosas: mi padre (que manos más divinas), mi tía Rosa, mi amigo Rafa, Jaume, Irantzu... También me gustan las manos de artista, no demasiado cuidadas pero con carácter, deshidratadas pero con personalidad y no me molesta que estén manchadas de pintura o tinta de rotulador.
Los pies es el tema 2. Básicamente con unos pies bonitos y unas manos a tono se puede hacer de mi un esclavo. Adoro los pies, los bonitos y limpios, evidentemente. En un hombre, grandes; en una chica, pequeños y cuidados: nunca con durezas, aún menos con costras calcañares y nunca jamás pestilentes. No hay nada más erótico que un pie. En verano me gustan mucho las sandalias, para mi y en los que me gustan. Vivan los pies. No contemplo la idea de morderse las uñas de los pies, pero también me consta que haberlos haylos, como también se da el caso de la uña cortada con el método dobla-dobla-dobla-parte. Menuda tela ...
Entre mis fisgoneos y obsesiones se encuentra el tema de saber la edad de la gente, quizás por mi fascinación por la madurez. Encuentro la belleza en la experiencia, la cana, la arruga y las dioptrías. Aunque reconozco que la belleza adolescente es obviamente más fresca, me seduce infinitamente más un buen papito o una mamichula.
Cotilleando el facebook me he dado cuenta el reparo general de la gente a confesar su año de nacimiento, incluso personas jóvenes (menores de 40). Me parece una idiotez de alto calibre. No lo considero un acto de coquetería sino una actitud absurda ante un hecho tan irremediable como el paso del tiempo y, a veces, un interés en hacerse la exótica que denota inseguridad y no autoaceptación. Es chocante descubrirse las primera canas, difícil, pero la naturaleza no perdona... como tampoco perdonan las nuevas generaciones, las mismas que antes de ayer me dijeron que yo ya era un papi, YO ... que atrevidas y sucias postpúberes, malignas ...

No hay comentarios: