jueves, 7 de enero de 2010

- CHAPADO A LA ANTIGUA -

Ser transgresor hoy en día pasa por chaparse a la antigua.
Me explico:
Está comprobado que la libertad de uno acaba dónde empieza la libertad del otro y que la felicidad se establece sobre la firma de un pacto de NO AGRESIÓN. Vivo rodeado de personas modernísimas tanto por su estilismo como por su modus vivendi: profesionales liberales, creativos, actores, artistas, diyéis ... los cuales en parte practican la libertad en todos los aspectos de la vida (afectiva, relacional, laboral ...) ... y hay algo que no funciona. Es muy complicado no atrevesar la delgada línea que separa la libertad del egoísmo y, por lo tanto, transformar esta utopía en una agresión directa o, más bien, una metafórica bofetada a mano abierta.
La estabilidad pasa por aceptar al otro tal cual es pero no desde la razón, sino desde el corazón. Es difícil de explicar como, por un lado, la idealización de la pareja como aquel ser perfecto, convive con la imagen de ese que también tiene miserias, taras y defectos. Hay que AGUANTAR, sí, positivamente. La dinámica actual no consiente errores, obstáculos ni desencuentros. Tampoco traiciones, no existe el perdón ni mucho menos el olvido. Sin embargo creo firmemente que la base de la felicidad también se asienta sobre pilares de resignación, aceptación y paciencia. Podría entenderse esta filosofía como un pensamiento anacrónico o anticuado pero no considero de ninguna manera que así sea. Amar es ceder y olvidarse de uno en beneficio del otro, ser feliz viendo como se hace feliz.
Por eso, mucha modernidad es egoísta y no consiente nada que la desvíe de su trayectoria. Se entiende la libertad como el acto de practicar los deseos sin tener en cuenta las consecuencias siempre desde la óptica de uno mismo, por y para si. De ahí que las relaciones entre estos vanguardistas no cuajen... Quizás deberíamos dar un paso atrás para saltar más lejos y aprender de los que ya lo hicieron antes y chaparnos por un momento a la antigua.

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