domingo, 17 de enero de 2010

* RENCOR *

Con el paso de los años me voy volviendo incrédulo y más cuando las promesas vienen de determinadas personas o sectores.
Cuando era más joven, siempre confiaba en que algo maravilloso iba a suceder casi por arte de magia y también porque me habían hecho creer que si tu trabajabas, tendrías tu recompensa. Ahora, a toro pasado, sí, he obtenido mi premio, pero no desde donde pensaba que iba a venir, llegó por sorpresa. Hay personas que son como juglares que cantan o venden historias de una manera tan atractiva y convincente que no hay más remedio que creerlas pero, sin embargo, no son más que vendedores de humo. Me vienen a la cabeza varios nombres, todos cortados por el mismo patrón, señores y señoras de aspecto impecable (más allá del look de un empleado de banca, limpio y afeitado, teóricamente buena persona) que sonríen habitualmente, parecen inofensivos y, más allá, mesiánicos ... van cargados de proyectos maravillosos en los que parece que estás incluído porque eres excepcional (como tantos otros). Esta gente nunca cuenta la verdad en versión completa, siempre hay un punto de misterio en sus circunstancias que provoca que haya un momento en el que su discurso se detiene y no pueden decirte más. Te cuentan todo en plan alto secreto, cuando la cuestion es sabida a voces.
Luego también, están esos conocidos que siempre te prometen algo: artistas multidisciplinares a los que has ayudado durante años que te prometen una obra en compensación por tus colaboraciones que nunca salió del ordenador hacia el laboratorio y que tu, educado, nunca reclamaste porque nunca pretendiste cobrar por tus servicios prestados y tomaste la ofrenda como un gesto de cariño y agradecimiento; esos muertos de hambre que mendigan ayuda y viven de la caridad del prójimo y hacen del amiguismo toda una profesión; aquellos que te encuentras por casualidad y se disculpan por no haberte llamado si no es para pedir algo y prometen llamarte en unos días para veros más tranquilamente y tomar un café y que, evidentemente, sólo llaman si les duele algo ...
Me he acordado de esta clase de personas porque están muy presentes: el salón de mi casa está presidido por la obra de alguien que fué importante para mi y que, cosas de la vida, me ha defraudado enormemente. He pensado en descolgarla, pero no voy a hacerlo, no quiero que mi enfado quede en un arrebato de ira. Sí sé que nunca más seremos amigos, ni si quiera si alguna vez lo fuimos (entendiendo amistad como una acto de reciprocidad). No voy a quitarla porque aún haciéndolo no voy a borrar su recuerdo y porque, mal que me pese, mi corazón todavía alberga un ápice de cariño hacia él, incluso siendo consciente que en demasiadas ocasiones he sido carne de sus abusos. Los objetos son souvenires que hacen tangible un momento, una experiencia ... uno de los motivos por los que tampoco retiraré esta fotografía es que me la regaló, con retraso de un año, el día que conocí a César. En definitiva, Mario seguirá mirando la librería de la pared de enfrente y, además, mis invitaciones de boda (obra suya) no volverán a hacerse. Ya es pasado, tanto como nuestra relación. Seguramente nos encontraremos por ahí porque las cuidades son aldeas y la cicatriz que me ha quedado será el recordatorio de una DECEPCIÓN, palabra que a él le encanta. Si nos vemos seré correcto y educado, tanto como lo soy con la estanquera que me despacha un Marlboro Lights.
Por otro lado, en mi galería de chascos también aparecen otras dos personas a las que veré en breve, seguramente ... se acerca el 080Barcelona, así que los fantasmas ya están preparando la sábana para salir a dar una vuelta. Inevitablemente me será grato verles, me gustará, pero de la misma manera que ese resquicio de cariño sigue latente, a su lado aparece instantáneamente la espina que nunca podrá despincharse: nunca sabré si las circunstancias acaecidas fueron fenómeno de la mala suerte o, por el contrario, he sido víctima de una estrategia mercantil. No es esa la cuestión. Creo en el perdón y la redención siempre y cuando exista arrepentimiento ... si el acercamiento no se produce ni la parte implicada se excusa y se vuelve a trabajar la confianza, hé de reconocerlo ... nace el rencor.

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