jueves, 19 de noviembre de 2009

/ DEPECHE MODE /

Cuando teníamos quince años ser fan de Depeche Mode era ser de los guays de la clase. En cierto modo, te hacían sentir mayor. Los video clips siempre estaban llenos de un erotismo subliminal que molaba todo (Strangelove, Never let me down again, I feel you...) Recuerdo cuando nos llevaban de excursión y, en el walkman, llevabamos las cassettes de DM (101, Violator ...)... Ellos siempre han sido sinónimo de "cool!".
Los que compartíamos autocar en el 88 seguimos en contacto. Fuímos una generación escolar especial: nuestro cole era muy pequeño, no más de 20 ó 25 personas por clase y curso, y establecimos vínculos entre nosotros que aún duran, incluso nos seguimos llamando por los motes que nos pusimos los unos a los otros por aquel entonces... Acabo de mentir... El que ponía los motes era este menda. Algunos nos hemos hecho amigos íntimos, casi de la familia. Nos hemos casado y en la celebración estaba esta comunidad representada; han sido padres, madres, se han hecho liftings, se han divorciado, nos hemos hecho adultos pero el espíritu que se respiraba en aquellos cursos de esquí estoy seguro que revivirá el próximo sábado.
Esto significa pues que evolucionamos, pero no cambiamos. Podemos operarnos, vestirnos, pero somos lo que somos. Yo, este sábado, volveré a ser el empollón (que alegría), el quillo seguirá siendo el quillo, la hortera-la hortera, la fea-la fea y la popular-la popular y que así sea por siempre. Hemos sido muy burros (tirarabamos a compañeros por la ventana de clase, rociabamos las aulas con spray antiviolador y había que desalojar el cole, tirabamos bombas fétidas en plena explicación del profesor, pintabamos el pelo con tipp-ex a las compañeras ... ) pero siempre ha existido entre nosotros algo básico y fundamental: respeto (parece mentira, verdad?). Por eso no cambio a mi colega de la Rieju ni a mi amiga la "He-Man" por ningunos otros. Lo hemos pasado bomba, ir al cole no era un castigo sino todo lo contrario.
Tengo unas ganas locas de ir al concierto de Depeche el viernes y cenar con mis chicos el sábado: ambas cosas me recuerdan que, en cierto modo, sigo siendo un adolescente.

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