martes, 17 de noviembre de 2009

***forget me not***

Hace ya casi cuatro años que vivo en Barcelona de nuevo. La primera vez que aterricé aquí fué el 3 de enero del 88, en principio para seis meses, pero estuve 8 años. Mi adolescencia se desarrolló en una Barcelona muy distinta a la que hoy conozco y aunque parezca mentira, hasta el 92 para mi la ciudad se acababa en el Paseo de Gracia: de ahí hacia el norte era el más allá. El paseo del Borne lo conocí en mi etapa madrileña, cuando vine a montar uno de mis desfiles.
Volví en cierto modo huyendo de un período traumático en el fashion y agarrado a una ilusión con la que me he casado, a puerto seguro ya que mis amigos de la adolescencia seguían aquí y habíamos mantenido el contacto durante mis estancias en Madrid, Londres y Munich, de hecho nos volveremos a ver todos una vez más este sábado despues de 21 años de amistad. Me reencontraba con calles conocidas, caras conocidas y lugares en los que conservaba recuerdos. No me sentían un extraño aquí y, de hecho, si ahora se me pregunta de donde soy ya tengo dudas. Mitad y mitad. Soy madrileño de generaciones pero hablo catalán.
No todos los que se mudan tienen la misma suerte. Hablando con Carol el otro día me dijo una frase que llevo pensando varios días. Emigrar, en parte, solo o sola, es no tener pasado. No te vas a encontrar a nadie, nadie te conoce, no van a preguntarte como estas, no tienes familia. Es como estar y venir de la nada. En conclusión, debe ser HORRIBLE.
A veces me produce una profunda admiración la fortaleza del ser humano: siempre se puede más, todo puede ir a peor, y lo aguantarás. Es como un fuerte dolor postoperatorio, te parece mentira cuando lo estas sufriendo que seas capaz de aguantarlo; en frío, el hecho de pensarlo ya te provoca pánico y tienes la seguridad de no estar preparado... y sí, lo aguantas y estas listo para eso y más. También me fascina como somos capaces de reponernos de las ausencias de seres queridos o del olvido. Por suerte o desgracia tenemos la capacidad de olvidar. El olvido es un mecanismo de autosupervivencia mental que favorece la salud psíquica ya que si la cabeza estuviese llena de malos recuerdos no quedaría otro remedio que desaparecer.
He pasado de verlo NEGRO a verlo todo, de nuevo, en COLOR.
Soy FELIZ.

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