domingo, 1 de noviembre de 2009

+ME & TOKIO+

Hace unos años estuve en Tokio con Ernst. Ha sido uno de los viajes más maravillosos de mi vida porque realmente Japón es otra galaxia y allí encontré cosas que jamás en mi vida había visto. La cultura nipona ya llamaba mi atención antes de visitar el país pero, después de haberlo conocido, mi interés por ella es total.
Los japoneses además de educados, correctos, agradables y limpios manejan una escala de valores muy distinta a la que estamos acostumbrados en Occidente. Una tarde, en Omotesando, Ernst y yo ya no podíamos con nuestras piernas de tanto patear para allá y para acá. La zona es LO +, tanto arquitectónica, como urbanísticamente y, por supuesto, desde el punto de vista FASHION. Entonces, decidimos sentarnos en una vallita que cercaba un seto entre la acera y la calzada. Si no nos hubiésemos puesto un límite nos habríamos pasado horas allí sentados como dos pasmarotes admirando el desfile de Alta Costura improvisado que se estaba celebrando frente a nuestras narices. El caso es que decidimos levantarnos cuando algo que pactamos sucediese: tan pronto un bolso del Hermès, modelo Kelly, se nos pusiera delante, debíamos seguir nuestra pateada monumental.
JURO QUE ESTUVIMOS SENTADOS 30 SEGUNDOS, es más, si nos hubiésemos vuelto a sentar, nos habríamos tenido que levantar ipso-facto. Es alucinante, en Japón la gente consume producto de lujo como quien compra Hacendado en Mercadona. Es otra mentalidad, otro baremo ...
Esta anécdota me lleva a reflexionar sobre el precio de las cosas y los conceptos CARO y BARATO. Creo que en la industria del lujo no podemos hablar de CARO, sino de si llegas o no llegas a ello. Muchas veces parece que es obligatorio poseer un Vuitton y si no lo tienes eres un desgraciado. NO!. No es obligatorio tenerlo y no me gusta la dinámica social que impulsa a las personas a querer conseguirlo, y en su defecto, a hacerse con una falsificación. Si te gusta algo y puedes pagarlo o conseguirlo lícitamente, estupendo, pero en el caso contrario el mercado nos ofrece millones de cosas preciosas que no son copias ni falsificaciones. No es necesario aparentar.
Así, un Kelly vale lo que la clientela está dispuesta a pagar y no el escandallo de su fabricación. En Japón la gente está dispuesta a pagar por ello, es un lugar donde más que en ningún sitio la MARCA es sinónimo de STATUS. Ello me fascina y me repugna al mismo tiempo. De todos modos sigo pensando que un producto de lujo nunca es caro; lo caro es una barra de pan a 1,20€, un café 1,30€, un kilo de tomates a un euro o el abono transportes.
Y como sí o sí tengo que pagar el autobus, pues me cuelgo el Vuitton al hombro y tiro millas ...

No hay comentarios: